Maestros, ¿una rara especie en extinción?

“La educación pone capas encima que te hacen olvidar quien eres tú en realidad. Todos somos seres espirituales. Las estructuras han caducado. Pero no porqué estén mal sino por qué ya toca. Ha costado mucho esfuerzo llegar hasta aquí. ”

Andrea Cassandra, Anahayanda


Muchas veces nos planteamos qué habría que enseñar, cómo, qué estilo, qué material…Durante siglos expertos y profanos intercambiamos teorías y puntos de vista con más o menos acierto o concierto.

En mi caso personal, con la mejor intención, cada mañana preparo a mis hijos y con un beso les mando al colegio. “Es mi obligación, es su obligación, es por su bien…” me repito para convencerme a mi misma y a ellos. Pero algunas realidades que conozco bien son difíciles de asumir.

Otra vez setiembre. Como cada año, observar como las personitas que en verano estaban pletóricas y llenas de creatividad y vitalidad, en pleno contacto con su Ser y con la Naturaleza, van palideciendo, debilitándose y enfermando.

Entonces, junto con el otoño, llegan los rituales habituales: constipados, gripes, bronquitis, alergias, virus…y un ejército de vitaminas, jarabes, pastillas, vacunas…

Todos estos tratamientos más o menos naturales, más o menos agresivos, no dejan de ser un maquillaje para sostener la situación: las estructuras que tenemos para educar y criar a nuestros retoños están haciendo aguas.

El sistema escolar, inventado durante la Revolución Industrial para convertirnos en obreros disciplinados y obedientes está enfermo. Desde los espacios y edificios hasta el propio funcionamiento burocrático y desfasado.

Nuestros gobiernos, esos dinosaurios acartronados, van marcando leyes, currículos…La Vieja Energía tratando de encasillar y domesticar a unos seres de alta vibración y pura luz.

Volviendo a mí caso. Soy, entre otras cosas, profesora de educación secundaria desde hace quince años.

Me siento afortunada por poder trabajar en algo que me apasiona especialmente por qué me permite estar en contacto con seres maravillosos, pequeños y grandes. Pero también me permite observar en primera fila el agotamiento energético de mis compañeros y de los propios alumnos.

Al atardecer, al terminar nuestras respectivas jornadas empieza la danza de duchas, cenas, deberes, y con un poco de suerte, un ratito de TV, o juego…lo justo para recuperarnos para el siguiente día “allí fuera”.

Ah, pero existe una especie rara de personas, seres que habitan en el interior del sistema escolar que merecen una mención especial.

Son los que a diario se dejan la piel tratando con nuestros hijos desde la dignidad y el respeto. Maestros y profesores que, con todo su amor y profesionalidad aguantan con sus espaldas desnudas el peso de la institución e intentan hacer algo bello y digno cada día.

En mi camino he encontrado alguno de estos increíbles “Don Quijote”. Personas equilibradas y sabias que ejercen su vocación, incluso diría su misión del Alma anónimamente escondidos en la cotidianidad de las aulas.

Si estáis atentos les reconoceréis: La que se quedó hasta tarde para llamar personalmente a todas las familias de sus alumnos, el que elaboró un gran mural con sus alumnos entre risas y complicidades, la que compró de su bolsillo los lápices de la niña sin recursos…tantos y tantos…Todos guardamos alguno de ellos en nuestro corazón y si le miramos de reojo nos despierta una sonrisa tierna.

Si amigos, a esta especie en extinción yo les mando todo mi amor y mi más sincero agradecimiento por darme esperanza en la Evolución de la Humanidad y facilitar mi tarea en la Tierra.