Nuevos niños, nuevos retos



Nuevos niños, nuevos retos


Enseñarles a vivir y a ser felices

Los hijos, los niños, los bebés son los que acaban de llegar, acaban de emprender un viaje en una dimensión y en una vibración mucho más pesada y densa que la del espacio de donde proceden: la Luz.

Algunos vienen con ímpetu, con ilusión; a otros les cuesta decidirse e incluso los hay que se niegan a venir: demasiado trabajo, demasiado duro.

Y es que no es fácil meter un alma sabia, anciana e ilimitada en un diminuto cuerpo que apenas atina a chuparse el dedito.

Casi mejor olvidar…

Y ahí estamos, nosotros, los adultos, los que “sabemos” cómo son las cosas, los lógicos y los racionales, con nuestras viejas estructuras a cuestas: nos aplastan y nos oprimen pero creemos que son necesarias y nos dan seguridad.

Armados de amor y buenas intenciones pensamos que debemos enseñar a los niños a vivir, a ser felices.

“Son tan frágiles e indefensos…” decía un papá reciente con su bebé dormido en brazos. A saber que pensaba el niño, quizás algo como“pobre, tan desorientado y desconectado de su propia Luz. He venido para echarle una mano, por amor”.

Enseñarles a vivir y a ser felices…

Los niños poseen la magia, tienen el Don Divino de creer o saber que todo es posible, que los límites no existen, el poder inmenso de la imaginación, tienen el Don del intenso momento, del aquí y ahora. El Don de maravillarse y extasiarse con una mariquita que se posa en su dedo y de repente emprende el vuelo.

Nosotros, los adultos, tenemos la oportunidad de aprovechar la puerta hacia la Luz que nos abren los niños. Aprovechar y aprender a vivir con el corazón puro, sin rencor, sin pasado ni futuro, sin juicios ni sermones morales.

Aprender lo que es el amor incondicional, la entrega. Aprender a ser felices observando el trabajo de las hormiguitas, o jugando o saltando.

“Bueno, bueno, todo esto es muy bonito pero entonces ¿significa que debemos ser infantiles, irresponsables e incluso alocados? ¿Quién se hace cargo de lo importante, de lo serio, de pagar la hipoteca?”

Es cierto, los adultos debemos asumir muchas responsabilidades que a veces parecen los doce trabajos de Hércules.

La primera: ser felices y vivir con conciencia y plenitud cada momento. Si pretendemos que nuestros hijos sean felices, lo primero que tenemos que procurar es hacernos cargo de nuestras propias necesidades básicas como seguridad, amor, compartir, crear…

La segunda: ser honestos. Vivir conectados con nuestro interior siendo fieles a nosotros mismos en todas las situaciones y contextos de la vida.

La tercera: Entregarnos a nuestra misión. No andar dormidos y distraídos en tareas miles que nos apartan de aquello que vinimos a hacer o a aprender.

La cuarta: vivir comprometido con la evolución personal que repercute en la Evolución de la Humanidad y del Planeta. No es necesario nacer sabiendo pero si permanecer abierto y atento para aprender algo nuevo cada día.

Y tantas otras tareas arduas que requieren tesón y esfuerzo.

¿Y para ayudar a nuestros pequeños?

Hacer todo lo posible para que los adultos les permitamos ser ellos mismos, desarrollar sus Dones y realizar sus aprendizajes.

Tratarles con el respeto y el amor con que trataríamos a un buen amigo. ¿Y protegerles? Pues sobretodo protegerles de nuestros miedos, de nuestra lógica aplastante, de los abusos de poder, de las faltas de respeto, los ataques a su dignidad e identidad, de la violencia aunque sea institucional o “por su bien”.

En definitiva darles herramientas y dejarles vía libre para que ellos puedan ayudarnos a crecer y a ser felices en nuestro bello planeta.

Así pues os invito a aprovechar al máximo la puerta que abre un bebé al nacer para entrar en un mundo maravilloso de espontaneidad y conexión.

Un mundo que existió, existe y existirá en nosotros si sabemos mirar con ojos de niño.

Montse Casanova

Julio 2013